CUANDO ESCRIBO.....

ALGUNA VEZ TE HAS SENTIDO TAN BIEN..... QUE INCLUSO PARECE QUE TODO LO QUE HACES Y LAS COSAS TE ESTAN SALIENDO DE MARAVILLA, EN UNA SITUACION ASI , TODAS LAS ACTIVIDADES QUE EMPRENDEMOS NOS PARECEN TAN FACILES....SE SIENTE UNO INCREIBLEMENTE CREATIVO Y COMO QUE LA SUERTE ES NUESTRA ALIADA....ADEMAS NOS EMBARGA UNA GRAN FELICIDAD, BUENO, ES AHI, SI PRECISAMENTE EN ESOS "MOMENTOS MAGICOS", QUE YO APROVECHO PARA ELABORAR CADA UNA DE LAS ENTRADAS DE MI BLOG O BITACORA Y LAS QUIERO COMPARTIR CONTIGO....CUANDO NO ME SIENTO SINCERAMENTE FELIZ SIMPLEMENTE NO ESCRIBO........

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA DESTRUCTIVIDAD....


Todo observador de las relaciones personales que
se desarrollan en nuestra sociedad no puede dejar de
sentirse impresionado por el grado de destructividad
que se halla presente en todas partes. En general no
se trata de un impulso experimentado de manera
consciente, sino que es racionalizado de distintas mañeras.
Hace que en efecto, no hay nada que no haya sido
utilizado como medio de racionalización de la destructividad.
El amor, el deber, la conciencia, el patriotismo,
han servido de disfraz para ocultar los impulsos
destructivos hacia los otros y hacia uno mismo.
Sin embargo, debemos distinguir entre dos especies
de tales tendencias. Están las que resultan de una
situación específica; tal es, por ejemplo, la reacción
que origina el ataque contra la vida o la integridad
propia o ajena, o bien contra aquellas ideas con las
cuales una persona se identifica. En este caso, la destructividad
es el concomitante necesario de la afirmación
de la propia vida.
Freud se ha ocupado de este problema referente
a la relación entre la frustración de la vida y los
impulsos destructivos, y la discusión de su teoría
permitirá expresar algunas consideraciones.
Freud se dio cuenta de haber descuidado el peso
y la importancia de los impulsos destructivos en la
formación original de su teoría, según la cual las
motivaciones básicas de la conducta humana son el
impulso sexual y el de autoconservación. Cuando más
tarde admitió que las tendencias destructivas son tan
importantes como las sexuales, formuló la hipótesis
de que existen en el hombre dos impulsos básicos:
uno dirigido hacia la vida, más o menos idéntico a
la libido, y un instinto de muerte cuyo objetivo es la
destrucción de la vida. También supuso que este
último puede mezclarse con la energía sexual y dirigirse
entonces contra el propio yo o contra objetos
exteriores. Agregó que el instinto de muerte se halla
arraigado en una característica biológica inherente a
todo organismo viviente y que constituye, por lo
tanto, un elemento necesario e inalterable de la vida.

Este mecanismo constituye la solución adoptada por
la mayoría de los individuos normales de la sociedad
moderna. Para expresarlo con pocas palabras: el individuo deja de ser él mismo; adopta por completo
el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas
culturales, y por lo tanto se transforma en un ser
exactamente igual a todo el mundo y tal como los
demás esperan que él sea. La discrepancia entre el
yo y el mundo desaparece, y con ella el miedo consciente
de la soledad y la impotencia. Es un mecanismo
que podría compararse con el mimetismo de
ciertos animales. Se parecen tanto al ambiente que
resulta difícil distinguirlos entre sí. La persona que
se despoja de su yo individual y se transforma en
un autómata, idéntico a los millones de otros autómatas
que lo circundan, ya no tiene por qué sentirse
solo y angustiado. Sin embargo, el precio que paga
por ello es muy alto: nada menos que la pérdida de
su personalidad.

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