
Los conchudos. Son aquellos hombres que enmascarados tras una supuesta lucha por la liberación masculina, se aprovechan de la situación y se recuestan descaradamente: duermen hasta tarde, leen revistas todo el día, se quejan por la comida, protestan cuando no tienen ropa, salen con sus amigos y llegan tarde, no son buenos amantes, en fin, no se muestran agradecidos y piensan que el deber de su pareja es hacerse cargo de ellos de por vida.
Los desocupados. Son hombres que han sido despreciados por el sistema productivo del país y a quienes les toca soportar una situación de manutención indigna. Aquí encontramos mujeres que son consideradas y amorosas, y otras que destilan veneno: "Yo sé que no es culpa de él, pero me molesta que no consiga nada". ¿Hembrismo o machismo?
Los inútiles. Son hombres que han sido adoptados por sus esposas, habitualmente en los primeros años de su juventud: "No es culpa de él, el papá lo despreció cuando era chico" o "¡Qué pecado, pobrecito!". Estas mujeres suelen sentirse felices y orgullosas de llevar la carga de un marido/hijo, el cual ahonda cada vez más su incompetencia.
Los dandis. Son hombres que fueron o aun son atractivos, y sus esposas, por lo general no tan
atractivas, los exhiben como un trofeo, aunque en la intimidad no se sientan amadas ni deseadas. El dandi jamás se separa (nunca mataría a su gallinita de los huevos de oro) y no conoce la culpa.
Además, acorde con su personalidad narcisista, piensa que es merecedor por naturaleza: "¡ Qué tan afortunada ella, tenerme a mí!". Príncipe sin reino, consorte por conveniencia.
También hay el "buen mantenido", a ese individuo cuya mujer asume con dulzura el papel de mecenas: una protectora leal y consciente de su cometido, fascinada por el talento o alguna virtud del hombre que decide patrocinar y amar hasta el final.
atractivas, los exhiben como un trofeo, aunque en la intimidad no se sientan amadas ni deseadas. El dandi jamás se separa (nunca mataría a su gallinita de los huevos de oro) y no conoce la culpa.
Además, acorde con su personalidad narcisista, piensa que es merecedor por naturaleza: "¡ Qué tan afortunada ella, tenerme a mí!". Príncipe sin reino, consorte por conveniencia.
También hay el "buen mantenido", a ese individuo cuya mujer asume con dulzura el papel de mecenas: una protectora leal y consciente de su cometido, fascinada por el talento o alguna virtud del hombre que decide patrocinar y amar hasta el final.
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