CUANDO ESCRIBO.....

ALGUNA VEZ TE HAS SENTIDO TAN BIEN..... QUE INCLUSO PARECE QUE TODO LO QUE HACES Y LAS COSAS TE ESTAN SALIENDO DE MARAVILLA, EN UNA SITUACION ASI , TODAS LAS ACTIVIDADES QUE EMPRENDEMOS NOS PARECEN TAN FACILES....SE SIENTE UNO INCREIBLEMENTE CREATIVO Y COMO QUE LA SUERTE ES NUESTRA ALIADA....ADEMAS NOS EMBARGA UNA GRAN FELICIDAD, BUENO, ES AHI, SI PRECISAMENTE EN ESOS "MOMENTOS MAGICOS", QUE YO APROVECHO PARA ELABORAR CADA UNA DE LAS ENTRADAS DE MI BLOG O BITACORA Y LAS QUIERO COMPARTIR CONTIGO....CUANDO NO ME SIENTO SINCERAMENTE FELIZ SIMPLEMENTE NO ESCRIBO........

jueves, 9 de diciembre de 2010

El éxito no es un destino, es un camino....


Pocas cosas son tan satisfactorias en la vida como ver que los hijos triunfan. Y es posible que por ello, muchos de nuestros esfuerzos como padres están encaminados a lograr que ellos tengan éxito en todo lo que se proponen. Sin embargo, si bien es maravilloso que los hijos se destaquen y se les reconozca como los mejores, es muy peligroso caer en el error de que el reconocimiento público que su triunfo les conlleva se convierta en la meta de todo lo que se proponen.

Pero más peligroso es aún que los padres vivamos sus triunfos como una credencial que ratifica nuestra idoneidad como tales o como una forma de lograr a través de ellos el éxito que no pudimos lograr nosotros a su momento.

En la sociedad competitiva actual la fama dada por los triunfos se ha convertido en un valor supremo y la vida gira en torno a lograrla. Pero en el proceso hemos olvidado que lo importante no es qué tanto se destaquen nuestros hijos sino el precio que se paga por ello. Estaremos sacrificado la paz del hogar cambiándola por la tensión que genera vivir llenos de actividades y agobiados por la ambición de sobresalir? Habremos perdido nuestro rumbo y precipitado a los hijos por el camino errado cegados por el afán de verlos ocupar un primer lugar?

El éxito no es un destino, es un camino. Triunfamos como padres cuando respetamos la dignidad de nuestros hijos y los aceptamos como son a pesar de que no sean lo que soñamos; cuando logramos que su vida se rija por el deseo de ser mejores personas y no por el ansia de obtener más honores; cuando les inculcamos que lo que les garantizará un lugar prominente en la sociedad no serán sus triunfos personales sino lo que mucho que logren aportar al bienestar de sus semejantes; cuando tienen claro que su éxito no depende del alcance de su fama ni de el monto de sus bienes, sino de la cuantía de sus contribuciones.

El grado de secundaria de los hijos es un evento muy trascendental tanto para los padres como para los mismos muchachos. Para los primeros, significa no sólo que saldrán del colegio, sino que de alguna manera se gradúan y pasan a la condición de mayores de edad y por lo mismo ya no dependerán tanto de los padres, lo que implica que "se nos salen de las manos". Aunque son evidentes los sentimientos encontrados que rodean este evento, para los muchachos parece prevalecer la emoción por los privilegios que en adelante tendrán sobre la nostalgia por lo que dejarán atrás. Quienes están próximos a abandonar el colegio quizás no alcanzan a comprender las implicaciones que tiene decirle adiós, no sólo a los compañeros, sino a la protección de que gozaban en virtud de su condición de alumnos menores de edad.

La culminación del bachillerato conlleva una serie de cambios que van más allá de no tener que volver al colegio. El cambio más significativo es que a partir de su graduación, los jóvenes pasan a la categoría de adultos y por lo tanto ingresan a la escuela de la vida, en la que serán personalmente responsables por todas sus acciones y omisiones. Y si bien es cierto que ya no tendrán que prepararse para pasar las pruebas de ingreso a la universidad, deberán comenzar a esforzarse por superar una mucho más difícil: construir una existencia que les permita tener una buena razón para vivir.

Lo primero que tendrán que aprender es que a partir de este momento la sociedad les otorga una serie de prerrogativas y derechos, pero también de responsabilidades y deberes. Esta última es una lección difícil para quienes han crecido en un mundo en el que se enfatizan los derechos de todos (los de los niños, los mujeres, los ciudadanos, etc.) pero poco se habla sobre los deberes. Y por lo tanto es frecuente que los jóvenes dominen el arte de reclamar sus derechos pero sepan poco de lo que significa asumir sus responsabilidades.

Si bien la promulgación de los derechos nos protege del poder corrupto con que puede subyugarnos cualquier tipo de totalitarismo, cuando la conducta social se centra en la defensa de los derechos se pierde el sentido comunitario y el deseo de trabajar por el bienestar de todos. Mientras que una sociedad enfocada en los derechos invita al antagonismo y la rivalidad, una manejada desde la responsabilidad de sus integrantes promueve un ambiente de servicio, solidaridad y colaboración.

Ahora que los jóvenes bachilleres gozarán del privilegio de decidir a qué quieren dedicarse en la vida es importante animarlos a que se centren en lo que deben aportar y no sólo en lo que esperan adquirir. Han sido las personas comprometidas con sus deberes las que han logrado los grandes hechos que han beneficiado a la humanidad. Si hoy no vivimos bajo el dominio de los europeos o si sobrevivimos a las enfermedades infecciosas gracias a la penicilina, es porque Simón Bolivar y Alexander Fleming aceptaron las obligaciones que, gracias a sus talentos, debían a la vida.

En el proceso de apoyar a los hijos para que inicien sus estudios profesionales y recorran su camino con la mirada centrada en lo que están construyendo a su paso, recordémosles que el desafío de llegar a ser alguien residirá en la capacidad de asumir la responsabilidad de trascender. Así lo dijo Winston Churchill cuando afirmó que "la responsabilidad es el precio que pagan aquellos cuya vida es un ejemplo de grandeza", porque el destino que escogieron fue aportarle al mundo lo mejor de sí.


El grado de secundaria de los hijos es un evento muy trascendental tanto para los padres como para los mismos muchachos. Para los primeros, significa no sólo que saldrán del colegio, sino que de alguna manera se gradúan y pasan a la condición de mayores de edad y por lo mismo ya no dependerán tanto de los padres, lo que implica que "se nos salen de las manos". Aunque son evidentes los sentimientos encontrados que rodean este evento, para los muchachos parece prevalecer la emoción por los privilegios que en adelante tendrán sobre la nostalgia por lo que dejarán atrás. Quienes están próximos a abandonar el colegio quizás no alcanzan a comprender las implicaciones que tiene decirle adiós, no sólo a los compañeros, sino a la protección de que gozaban en virtud de su condición de alumnos menores de edad.

La culminación del bachillerato conlleva una serie de cambios que van más allá de no tener que volver al colegio. El cambio más significativo es que a partir de su graduación, los jóvenes pasan a la categoría de adultos y por lo tanto ingresan a la escuela de la vida, en la que serán personalmente responsables por todas sus acciones y omisiones. Y si bien es cierto que ya no tendrán que prepararse para pasar las pruebas de ingreso a la universidad, deberán comenzar a esforzarse por superar una mucho más difícil: construir una existencia que les permita tener una buena razón para vivir.

Lo primero que tendrán que aprender es que a partir de este momento la sociedad les otorga una serie de prerrogativas y derechos, pero también de responsabilidades y deberes. Esta última es una lección difícil para quienes han crecido en un mundo en el que se enfatizan los derechos de todos (los de los niños, los mujeres, los ciudadanos, etc.) pero poco se habla sobre los deberes. Y por lo tanto es frecuente que los jóvenes dominen el arte de reclamar sus derechos pero sepan poco de lo que significa asumir sus responsabilidades.

Si bien la promulgación de los derechos nos protege del poder corrupto con que puede subyugarnos cualquier tipo de totalitarismo, cuando la conducta social se centra en la defensa de los derechos se pierde el sentido comunitario y el deseo de trabajar por el bienestar de todos. Mientras que una sociedad enfocada en los derechos invita al antagonismo y la rivalidad, una manejada desde la responsabilidad de sus integrantes promueve un ambiente de servicio, solidaridad y colaboración.

Ahora que los jóvenes bachilleres gozarán del privilegio de decidir a qué quieren dedicarse en la vida es importante animarlos a que se centren en lo que deben aportar y no sólo en lo que esperan adquirir. Han sido las personas comprometidas con sus deberes las que han logrado los grandes hechos que han beneficiado a la humanidad. Si hoy no vivimos bajo el dominio de los europeos o si sobrevivimos a las enfermedades infecciosas gracias a la penicilina, es porque Simón Bolivar y Alexander Fleming aceptaron las obligaciones que, gracias a sus talentos, debían a la vida.

En el proceso de apoyar a los hijos para que inicien sus estudios profesionales y recorran su camino con la mirada centrada en lo que están construyendo a su paso, recordémosles que el desafío de llegar a ser alguien residirá en la capacidad de asumir la responsabilidad de trascender. Así lo dijo Winston Churchill cuando afirmó que "la responsabilidad es el precio que pagan aquellos cuya vida es un ejemplo de grandeza", porque el destino que escogieron fue aportarle al mundo lo mejor de sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tanto a mi como a los que visitan el blog nos gustaria saber que opinas de las entradas, animate dejame un comentario........LO PUEDES HACER DE MANERA ANÓNIMA!!