QUIERO RECUPERAR ESA CAPACIDAD INNATA DE LEER LOS CÓDIGOS DE LA NATURALEZA HUMANA, YA QUE ESTA NOS HABLA TODO EL TIEMPO,MUCHAS VECES SIN UN LENGUAJE VERBAL, PERO HEMOS PERDIDO ESA VIEJA GRAMATICA DE LA INTUICIÓN, QUIERO VOLVER A ESE LENGUAJE NATURAL DEL AMOR QUE NOS ACERCA A LAS EXPERIENCIAS AFECTIVAS MENOS CONTAMINADAS, MAS HONESTAS, RESPETUOSAS, DIGNAS Y REALISTAS CON UNA ACTITUD PURAMENTE BUDICA DE CONTEMPLACION, GRATITUD Y DESEO DE COMPARTIR.
CUANDO ESCRIBO.....
ALGUNA VEZ TE HAS SENTIDO TAN BIEN..... QUE INCLUSO PARECE QUE TODO LO QUE HACES Y LAS COSAS TE ESTAN SALIENDO DE MARAVILLA, EN UNA SITUACION ASI , TODAS LAS ACTIVIDADES QUE EMPRENDEMOS NOS PARECEN TAN FACILES....SE SIENTE UNO INCREIBLEMENTE CREATIVO Y COMO QUE LA SUERTE ES NUESTRA ALIADA....ADEMAS NOS EMBARGA UNA GRAN FELICIDAD, BUENO, ES AHI, SI PRECISAMENTE EN ESOS "MOMENTOS MAGICOS", QUE YO APROVECHO PARA ELABORAR CADA UNA DE LAS ENTRADAS DE MI BLOG O BITACORA Y LAS QUIERO COMPARTIR CONTIGO....CUANDO NO ME SIENTO SINCERAMENTE FELIZ SIMPLEMENTE NO ESCRIBO........
martes, 31 de agosto de 2010
¿PORQUE FALLAMOS EN EL AMOR?...
¿Por qué fallamos tanto en el amor? ¿Por qué tanta
gente elige la persona equivocada o se enfrasca en
relaciones tan peligrosas como irracionales? ¿Por qué nos
resignamos a tener relaciones dolorosas? Creemos que
el amor es infalible y olvidamos algo elemental para la
supervivencia amorosa: no todas las propuestas afectivas
son convenientes para nuestro bienestar.
Nos guste o no,algunas maneras de amar son francamente insoportables y
agotadoras, así tengamos instinto masoquista y vocación
de servicio.
No estoy diciendo que estas personas no sean
merecedoras de amor, lo que afirmo es que cualquier
vínculo afectivo donde nuestros valores esenciales se vean
amenazados es contraindicado para nuestra felicidad,sin
importar cuánto amor le pongamos al asunto. Acepto
que estar en pareja no es cosa fácil y que todos debemos
“sacrificar” algo (se entiende, en un sentido constructivo)
para que la relación prospere; no obstante, hay distintos modos de
Amores y amar que son especialmente difíciles de
abordar y tolerar, incluso para los “enamorados del amor”
que padecen todo estoicamente.
Estos estilos afectivos disfuncionales desgastan al otro y le quitan su energía
vital, lo acaban lentamente o lo confunden, hasta el punto
de sentirse irracionalmente culpables o creer que sufrir
por amor es un hecho normal y generalizado (como si
amar y ser víctima fuera la misma cosa).
Es cierto que todos poseemos “pequeñas locuras” personales y que nadie es
perfecto, pero las formas de relacionarse
van mucho más allá de una simple e inofensiva preferencia;
no se trata de meras quisquillosidades: son actitudes
altamente tóxicas para quienes deciden entrar en su juego
afectivo.
Reconocerlas nos permitiría tomar decisiones
más sanas e inteligentes frente a nuestro futuro afectivo,
ya sea evitando las relaciones, si aún no hemos sido
flechados, o enfrentándolas, si ya estamos emparejados
o involucrados afectivamente. Prevenir y afrontar, dos
estrategias de supervivencia guiadas por la razón.
Se nos ha insinuado que hay que aceptar a la pareja
tal y como es, y que no es conveniente pedirle que haga
cosas que “no le nacen” o que no quiera hacer; es decir,
que hay una esencia que debe acatarse por respeto al
otro. En esto hay acuerdo, pero también hay condiciones.
Yo diría: aceptar el modo de ser de la pareja, siempre y
cuando no tengamos que inmolarnos psicológicamente
en el intento.
Te acepto como eres, si esto no implica
autodestruirme por hacerte feliz, porque si tu felicidad
es inversamente proporcional a la mía, algo está funcionando
mal entre nosotros. Frente a una incompatibilidad
de raíz, la voluntad y las buenas intenciones no suelen
ser suficientes para resolver el problema.
¿Cómo sostener una relación sana y apacible con alguien que se cree
especial y único y sólo es capaz de quererse a sí mismo?
¿Cómo lograr una relación siquiera decorosa con quien
te considera una persona desechable o con alguien cuyos
sentimientos hacia ti oscilan constantemente entre el
amor y el odio? ¿Cómo sobrevivir a un amor hostigante
que no te deja respirar o a un amor subversivo y ambivalente
que no puede vivir “ni contigo ni sin ti”? ¿Cómo
mantener una relación recíproca y cariñosa cuando tu
pareja te impide expresar afecto? ¿Cómo vivir el amor
en paz con alguien que te controla porque cree que
eres un ser inútil e incapaz? ¿Te entregarías en cuerpo
y alma a quien te considera un enemigo potencial y se
arrepiente de amarte cada día de su vida? ¿Seguirías con
una persona infiel que no es capaz de dejar su amante?
¡Hay tantos mártires venerados por la cultura del amor
incondicional!
Es innegable que no todos tenemos la misma
concepción sobre lo que debe ser una buena relación de
pareja. Hay quienes consideran que un vínculo basado
en el amor es para toda la vida y, en consecuencia, no
habrá límites para la tolerancia. Y están los que piensan
que no es necesario morir con las botas puestas y que el
amor nada tiene que ver con aguantar la irracionalidad
y la patología del otro. Cada quien decide qué hacer y
hasta dónde llegar, de acuerdo con su visión del mundo y
sus creencias. No obstante, podemos llegar a un acuerdo
sobre lo fundamental: una relación bien establecida será
aquella en que ambos se encuentran satisfechos, pueden
realizar sus proyectos de vida y no ven pisoteados sus
derechos. Pero insisto: ambos.
¿A qué estilos afectivos negativos me refiero? A un
grupo selecto y no tan célebre, porque la mayoría opera
tras bambalinas. Quizás hayamos tenido contacto con
algunos de ellos (ya sea porque fuimos víctimas directas
de esos modos de amar o porque conocemos a alguien
enganchado en una relación traumática de la cual no es
capaz de salir) o nos resulten totalmente nuevos, así los
tengamos rondando nuestras vidas y acechándonos en
silencio.
Concretamente, haré referencia a ocho estilos
afectivos, que son considerados lesivos y peligrosos para
el bienestar emocional de las personas: histriónico/teatral
(amor hostigante), paranoico/vigilante (amor desconfiado),
pasivo-agresivo (amor subversivo), narcisista/egocéntrico
(amor egoísta), obsesivo/compulsivo (amor perfeccionista), antisocial/
pendenciero (amor violento), esquizoide/ermitaño
(amor desvinculado o indiferente) y limítrofe/inestable (amor
caótico).
Cada uno de ellos lleva implícito uno o varios
antivalores que se oponen a un amor pleno y saludable.
Quienes poseen estas maneras de amar pueden llegar
a desempeñarse muy bien en ciertas áreas específicas y,
por eso, la sociedad los acepta, e incluso, los exalta como
modelos a seguir. Pero su mayor incidencia, su verdadera
problemática, se hace evidente en las relaciones interpersonales
íntimas, básicamente, en el ámbito familiar y
de pareja. Como dice un viejo refrán popular: “Luz de
la calle, oscuridad de la casa”. De puertas para adentro,
en el mundo privado del amor, las máscaras se caen y la
alteración se destapa. Por ejemplo, los individuos narcisistas
suelen ocupar cargos importantes en empresas o
en política, gracias a su enorme competitividad y afán
por el poder, pero lastiman profundamente a sus parejas
debido al egoísmo y egocentrismo crónico que los caracteriza.
Los sujetos obsesivo/compulsivos alcanzarán
un excelente rendimiento en aquellas tareas donde el
perfeccionismo y el control sean un requisito importante;
sin embargo, cuando trasladan a su hogar el mismo
patrón de exigencia, terminarán presionando a sus seres
queridos y creando un clima supremamente estresante.
Las personas histriónicas poseen grandes habilidades para
realizar actividades relacionadas con el teatro, el cine, la
televisión o cualquier otro medio donde sean el centro
de atención y les permita “conectarse” con el público,
pero en la vida amorosa tendrán serias dificultades para
relacionarse tranquilamente y respetar los límites de la
pareja. Un individuo paranoico se destacará en tareas
donde la vigilancia y la desconfianza sean requisitos
fundamentales para un buen desempeño, pero la convivencia
con ellos puede convertirse en una experiencia
aterradora y asfixiante.
Sería un error pensar que me estoy refiriendo a casos
aislados o excéntricos. Se calcula que la suma de todos
estos estilos, en su caso extremo (trastornos de la personalidad),
ocupa entre un 20 y un 30% de la población.
Y si consideramos los casos moderados, la cifra aumenta
considerablemente. Las parejas-víctimas de los individuos
que poseen este tipo de personalidades, a veces, tratan de
equilibrar la cuestión recurriendo a la táctica del “perismo”,
una estrategia por compensación muy apreciada por
la cultura casamentera que proclama el aguante a cualquier
costo: “Es egoísta, pero no tanto”, “Le gusta coquetear, pero
no es tan grave”, “Es bastante celosa, pero yo sé manejarla”,
“No es una persona muy expresiva, pero debo entender
que es su manera de ser”, “Es agresivo, pero va mejorando”,
“Es bastante inestable, pero yo trato de acoplarme y tener
paciencia”. La mayoría de estos peros no son otra cosa que
formas amañadas de autoengaño y justificación ante el
miedo o la imposibilidad de resolver el desacople afectivo.
¿O acaso deberíamos mantener el amor en cuidados
intensivos toda la vida? No estoy afi rmando que hay que
tirar la toalla ante el primer desacuerdo con el otro. No
defiendo las relaciones desechables. Lo que sugiero es la
aplicación de un realismo afectivo que permita definir
hasta cuándo seguir esperando la metamorfosis del ser
amado.
Las personas que deciden romper con algunas
de las formas de amar mencionadas, no lo hacen de la
noche a la mañana. Por el contrario, la gran mayoría de
ellas luchan, piden ayuda profesional y van más allá de sus
fuerzas, buscando dar segundas, terceras, cuartas y quintas
oportunidades, incluso cuando su integridad física y
psicológica está en juego. No hay que exagerar las cosas,
a veces, debemos deponer las armas y comprender que
determinadas batallas no son nuestras, no nos corresponden,
o simplemente no nos convienen.
Las personas que han tenido la oportunidad de
acercarse a este tema y aplicarlo a su vida cotidiana se
sienten más seguras a la hora de resolver sus problemas
de pareja y aprenden a tomar decisiones basadas en la
evidencia. No obstante, hay cuatro preguntas sobre los
estilos afectivos que se repiten con regularidad y que me
parece importante aclarar:
• ¿Es posible tener características de los distintos estilos al
mismo tiempo? Sí es posible. Algunos perfiles pueden
superponerse en ciertos aspectos; por ejemplo, la
indiferencia es común al estilo antisocial, al narcisista
y al esquizoide, pero sólo en ese último alcanza
su máxima expresión. De todas maneras, aunque
puedas poseer ciertos rasgos de los diferentes estilos
al tiempo, siempre habrá algunos que se destaquen
sobre otros. Lo que define cada manera de amar
es una “esencia psicológica” específica. Es mejor
tomar los estilos afectivos como una guía para
pensar y pensarte en el amor.
• ¿No crees que las características de cada estilo son un poco
rígidas? Los estilos que se presentan no responden a un
listado categórico y definitivo (lista de síntomas);
más bien, representan la dinámica interna de cómo
algunas personas viven y sienten el amor, su modus
operandi, sus motivaciones y su estructura cognitivo/
afectiva.
• ¿Los estilos afectivos disfuncionales son más frecuentes en
hombres o en mujeres? Las investigaciones recientes
muestran la siguiente variación: (a) los amores caóticos
y subversivos son más frecuentes en mujeres
(más en el primer caso que en el segundo); (b) en
el estilo histriónico/teatral, ambos sexos se pelean
el primer puesto (como veremos, el “histeriquismo”
ya es unisex); y (c) los demás estilos afectivos
son más comunes en hombres (una vez más, el
sexo masculino lleva la delantera en cuestiones de
insalubridad).
• ¿Qué es entonces un estilo afectivo? Es una manera de
procesar la información afectiva: sentirla, evaluarla
e incorporarla a la vida de relación. Si el modo de
procesar dicha información es distorsionado y está
guiado por esquemas negativos frente a uno mismo,
el mundo y el futuro, dicho estilo será dañino para
tu salud mental y emocional, y la de tu pareja.
Cada uno de los ocho perfi les psicológicos propuestos
ocupa ciertos atributos: (a) los rasgos
principales de cada estilo afectivo y sus implicaciones
para la vida de pareja; (b) las vulnerabilidades personales
que explican por qué la gente se engancha a este tipo
de relaciones; (c) hasta dónde es posible mantener una
relación saludable con cada estilo afectivo enfermizo y
cuáles serían los costos; (d) cómo reconocer estas maneras
de amar antes de enamorarse y, (e) finalmente, qué pasaría
si uno descubre que posee algunos de los rasgos
característicos mencionados.
El estilo limítrofe/inestable,debido a su estructura caótica y desorganizada, es el único perfil que en algunos puntos no seguirá exactamente el
esquema de los demás.
Los estilos afectivos disfuncionales presentados han
sido documentados a partir de los avances más recientes
de la psicología clínica cognitiva y otras disciplinas afines,
así como en un abundante material de casos extraídos
de diversas fuentes científicas y la experiencia clínica.
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